viernes, 4 de mayo de 2012

Palabras


Era una fría noche, sin embargo él no podía decirlo con certeza ¿Cuantas noches eran las que el clima no lo sorprendía? 
Ya no lo sabía, pero entre viajes, ciudades y climas es difícil adaptarte.  Sobre todo cuando estas estancado en el tiempo.
Dibujo una leve sonrisa en su rostro, su último pensamiento le evoco fugaces recuerdos de Dorian Gray, y carcajeo estrepitosamente al recordar que la había visto en estreno... Pasadas las risas se concentro, No es sano vivir de recuerdos. Mas cuando hace mucho no estás vivo.
¿Vivo? Esa palabra le resultaba extraña, él ya no vivía, pero aun se movía, de manera que para muchos estaba “vivo” pero al no cumplir ninguna de sus funciones vitales, estos no tenían razón, sin embargo, a lo largo de los años, había encontrado formas de pasar por el más mortal de los humanos, algunas veces fingía ser tan vulnerable como ellos, capacidad que no había tenido en lustros según recordaba, al rememorar  esto, pensó en que su madre y en la desaprobación que esta tenia hacia las mentiras, al imaginarse a la estricta católica que era en vida, agradeció que hubiera muerto antes de verlo así, fue una buena madre, no merecía el castigo de ver al mayor de sus hijos convertido en esto .
¿Recordar? otra palabra extraña, en una noche más extraña aun, trato de buscar una razón, para saber cuál era el motivo de sus múltiples divagaciones, mas él solo trataba de engañarse, conocía la raíz de su turbación, el encargo que debía cumplir…
Y es que a pesar de que hacía poco más de un par de siglos, la respiración no era parte de su diario vivir, hay cosas que incluso los monstruos no pueden hacer, el trabajo de esta noche, era una de ellas. Recorrió de nuevo su galería de recuerdos y se detuvo en seco, recordar la misa dominical no le haría bien, se enfoco en la última frase que escuchara antes de partir, solo así podría hacer el trabajo.
¿Trabajo?  ¿Cómo podía llamarlo así?  No se trataba de degollar una res, hablaban de matar a tres niños, pero ellos solo lo llamaban “un trabajo”, pero no podías decirles nada a “ellos”,  siempre sabían qué hacer y si te revelabas, hay si dejabas de estar vivo, o no-muerto, o muerto en vida… Sacudió la cabeza bruscamente, mientras se decía, que cuando regresara le preguntaría a un erudito, la forma correcta de llamar a los de su clase y a sí mismo, al hacer esto, volvió a su realidad, estaba en Kowloon, quizás el lugar adecuado para lo que iba a hacer, lo cual lo hacía más escalofriante y allí supo que algo iba mal.
¿Escalofrió?  A estas alturas, era la única señal que necesitaba para saber que todo estaba mal, ya no importaban “ellos”, ni el “trabajo” y mucho menos los pensamientos sombríos de obras de teatro de más de cien años,  al final su madre tuvo razón, pero la salvación no le llegaría de sus palabras y ahora que se convertiría en un perseguido, esa salvación estaba más lejana, pero quería morir haciendo algo agradable para ella y fue así, según descubrió,  al ver una mano que difícilmente cubriría una mandarina, que salía ensangrentada de su vientre…
Antes de que un velo negro cubriera sus ojos, alcanzo a escuchar, sus últimas palabras, que extrañamente fueron las últimas que escucho antes de venir a este lugar:
-No me gusta hacer esto- Dijo un niño (por lo menos de apariencia) de poco más de un metro de estatura, que sacudía su manita ensangrentada- Es molesto, hermano.
-Ya te explique- Respondió un chico unos 10 cm más alto- Son ellos o nosotros…   

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